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viernes, 21 de mayo de 2010

Nada

NADA

No hay nada
Que con nada sea algo;
El vacío está tan hueco
Como la soledad en su trono
Y entre lo que se quiere
Y se tiene,
Sólo media
La cantidad de deseo:
Si tuviera lo que sueño
Y quisiera lo que tengo,
No me costaría tanto
Olvidar lo que pierdo,
Porque sería nada
Como nada es el viento,
El amor sin amor,
Tan sólo capricho del tiempo.

Así también son nada
Las palabras que gritan silencios
En el pañuelo de soledades
Al que yo me enfrento
Cuando nada es el nombre
Que puebla mis recuerdos.

Y cuando la nada
Sea ya la Nada
Absoluta en su minuto eterno,
Nada me importará la gloria
Ni del más allá
Su misterio.

Porque yo regresaré a la nada
Al ningún lugar
De donde vengo.

Antonia Cerrato Martín-Romo
De “El Silencio de las palabras” (2001)
Musicada por Rafa Fleia

martes, 4 de mayo de 2010


Certamen Literario Antonia Cerrato VI Edición


Modesto

Modesto

Qué solos están los campos, padre,
sin la cantinela de los mozos
en sus mulas.
Qué tristes se han quedado
sin el ruido monótono de la azada,
la yunta y sus bilbas.

Porque ya no huelen a sudor los campos, padre,
ni el trigo a era de trillo,
ni los majuelos a peros y duraznos,
ni a polvo el aire del camino.

No se escucha el resollar de las bestias,
ni el vareo de los olivos,
no hay nadie por las suertes,
están desiertos los membrillos;
ya no quedan granados,
ni maduran los albarillos.

Padre, qué solos cantan los pájaros,
nadie escucha sus trinos,
ni se ven chicharras remolonas,
ni se oye un negro grillo.

Qué sola está la luna, padre,
mirando tus campos vacíos.
No hay humo de chozos,
ni lobo en el monte perdido.

Todos se fueron, padre,
dime tú si los has visto.





Modesto
(Versión en castúo por Javier Feijoo)
Qué solos están los campos, padre,
sin la cantinela e los mozos
en sus mulas,
qué aginaínos s’han queao
sin el ruío cansino de l’azá,
la yunta y sus bilbas.
Porque ya no güelen a süor los campos, padre,
ni el trigo a era de trillo,
ni los majuelos a peros y durasnos,
ni a polvo’l aire del camino.
No s’ascucha’l resollá e las bestias,
ni el vareo e los olivos,
no hay naide pa las suertes,
están desiertos los membrillos;
ya no quean granaos
ni maúran los albarillos.
Padre, qué solos cantan los pájaros,
naide ascucha sus trinos,
ni se diquelan chicharras remolonas,
ni se oye un negro grillo.
Qué sola está la luna, padre,
diquelando tus campos vacíos.
No hay jumo de chozos,
ni lobo’n el monte perdío.
Tos se jueron padre,
dime tú si los has visto.
Antonia Cerrato Martín-Romo
Del libro "Santa Amalia, Ayer y Siempre"( 1995-97)