RETRATO EN SEPIA
Miro estos niños, inocentes.
Inocentes de la maldad de los hombres,
incapaces de imaginar las guerras
estas que suscitan, los que con la historia en los ojos,
ya saben y maquinan esa veleidad.
Miro estos niños, muertos todos,
acaso recordado alguno
por el milagro esquivo de una centenaria camarada
pero idos de esta vida,
congelados, con sus pechos imberbes,
atrapados en la vieja foto.
Arena en esa clepsidra caprichosa
que los resucita al son de la memoria
y los trae, como en una patena,
al altar de mi ternura.
Son niños, solo niños,
¿podrían imaginar ellos la capacidad
de amar y odiar de ese corazón
tan ajeno al mundo, que se lo arrancaría,
sin tan siquiera calzar un cuarenta?
Niños apretados en un banco, junto al maestro,
que tampoco supo advertirles
de la premura de la vida, de su codicia;
muchos perderían las alpargatas, otros las botas
alguno, los pies, todos, en cualquier momento,
la fe en los
demás, en ellos mismos, en la victoria.
¿Por qué ahora me preguntas quién perdió la batalla?
Tú sí, pero entonces
no lo sabías.
En el patio de la escuela, ignorabas esas cuitas
escritas como antífonas, en el breviario de las horas.
¡Qué ibas a saber tú, niño querido de tu madre,
del código castrense que impone la locura!
Ahí se quedaron tus amigos, con sus chaquetillas de paño
y una camisa de ilusiones, rota,
como la caricia de un mañana, contra las piedras,
como tu destino, niño inocente,
escondido en un viejo cajón
y en el sepia indiferente de una fotografía.
Antonia Cerrato Martín-Romo
30 de Enero de 2013
Extremecedor y bellísimo poema que me ha conmovido profundamente, amiga Antonia. Gracias por compartirlo.
ResponderEliminarUn abrazo. María
Un poema muy significativo que nos devuelve el sentimiento.
ResponderEliminarGracias Toni.
Un besino.
Goriot
Aquellos niños sin niñez...
ResponderEliminarConmovedor.
Un abrazo
Emotivo y triste hasta la lágrima.
ResponderEliminarBesos
Me has emocionado y hecho recordar un poema que hice hace tiempo y que me costó poderlo grabar, pues no dejaba de llorar mientras lo declamaba.
ResponderEliminarTe lo comparto.
¡AY MIS NIÑOS!
Vive el hombre en su brevedad, la angustia de luchar.
Arrastra en su piel, aún joven, la marca de la fiera
y entre arroyos de sangre y sudores, el alma se entrega
a los sinsabores de no saber vivir, sin ahogar su pena.
Incita a la violencia, no duda en su afán de descarnar.
Mata la ilusión del juego de un niño, por izar una bandera,
de unos ideales locos, propios del país de la tiniebla
que los lanza a la guerra, amaestrados con recia cadena.
¡Ay mis niños, mis amados niños! ¿Con qué os hacen pagar?
Aún las candelas asoman por la nariz, que morís en la carrera,
de la ambición de tantos adultos, que no tienen espera
ni temor a Dios, ni castigo de la maldad propia y ajena.
Cuerpos virginales, violados sin piedad, por un instinto vulgar,
que indignados, nos hagan gritar al Cielo justicia en la tierra.
No han de callar nuestras bocas; que la verdad viva despierta
Y luchar por la dignidad del hombre, para que ya sea buena.
¡Ay mi amado niño!, en la cuna no hay nana que cantar.
Tocan las campanas a muerto, antes de nacer y que hieras.
Pero los desalmados, hurgan tus entrañas de manera cruenta,
y en aras de la libertad, hacen de la muerte natural y serena.
Las profundas cavernas del sentido, tienen al hombre sin aspirar,
a que sus oquedades, sean alumbradas, no como una quimera,
sino como razón de ser de Dios, la semejanza viva y no yerta,
de ser de verdad felicidad, amor bondad, por siempre eterna.
Con ternura y emocionada por cuanto sufren nuestros niños, te dejo mi beso.
Sor.Cecilia
Gracias Antonia, por tu aertado comentario en mi casa.
ResponderEliminarCon ternura
Sor.Cecilia
Un escrito desgraciadamente real Antonia. Lo que me ha gustado es que está muy bien transmitido. Un fuerte abrazo y feliz fin de semana amiga.
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